Si actualmente escuchamos ciudades de refugio podemos llegar a pensar en un lugar donde cierto grupo de personas por diversos motivos son protegidas; esto no está nada alejado de la realidad, cabe destacar que estos sitios también existieron en tiempos bíblicos.
Deuteronomio 19:1-2: “Cuando Jehová tu Dios haya exterminado a las naciones cuya tierra Jehová tu Dios te da a ti, y tú las deposes y habites en sus ciudades y en sus casas, te apartarás tres ciudades en medio de tu tierra, que Jehová tu Dios te da para que las poseas” (versión Recobro).
Dicha tierra tendría que ser divididas en tres partes para que todo homicida huya allí (Deuteronomio 19:3) Nuestro Señor dio este mandato con un solo propósito, aunque a simple vista sea inusual que pidiera hacer un lugar donde un asesino sea escondido, la realidad de esto es mucho más profunda de lo que se pudiera imaginar.
Pues el homicida que tendría oportunidad de huir a la ciudad de refugio es porque cometió el asesinato por accidente, de manera involuntaria y sin haber odiado con anterioridad a su prójimo (Deuteronomio 19:4).
Esta persona que mató a su hermano de manera accidental podría acudir a las ciudades de refugio para evitar que el vengador de sangre enfurecido lo persiga y lo hiera de muerte, debido a que él no merece que le quiten la vida porque no había odiado su prójimo cuando ocurrió la tragedia (Deuteronomio 19:6).
Deuteronomio 19:10: “Para que no sea derramada sangre inocente en medio de tu tierra, que Jehová tu Dios te da por heredad, y seas culpable de sangre” (versión Recobro)
En cambio, si alguno aborrece a su prójimo y lo mata, luego huye a las ciudades de refugio, entonces los ancianos de las ciudades enviarán hombres a sacarlo de allí, y lo entregarán en manos del vengador de la sangre para que muera (Deuteronomio 19:11-12).
Con información de Yajahira Valtierra, Veracidad News.





