La falta de dominio propio en los creyentes demuestra la falta de temor de Dios, y que no estamos consagrados a Él, y sobre todo demuestra la inmadurez espiritual. Esta nos lleva a ser imprudentes, a tomar decisiones equivocadas, entre muchas otras cosas.
REDACCIÓN VERACIDAD CHANNEL.
El dominio propio tiene que ver con controlar nuestros actos físicos, apetitos y deseos, así como también nuestros pensamientos, emociones y lengua, sometiéndolos a Cristo.
Este es un fruto del Espíritu, el cual, implica el control sobre uno mismo, significa templanza, pensar seguro, tener buen juicio, ser un modelo de pensamiento disciplinado, que ha sido transformado, pero sobre todo la habilidad de entender y tomar decisiones correctas. Incluye las cualidades de autocontrol, autodisciplina y sobriedad.
Practicar el dominio propio es clave para aprender a llevar una vida más sana; asimismo, el autocontrol es esencial para quienes desean vivir de un modo que imite más a Cristo.
Este debe de ser evidente en la vida de todo creyente, para así, vivir conforme a su fe. 2 PEDRO 1:5-7.
Cabe mencionar que, Pablo describe el dominio propio como un fruto del Espíritu Santo, según GÁLATAS 5:22-23. Y este nos lleva al temor de Dios, es decir, a tener una vida ante sus mandamientos, ya que surge cuando el carácter de Cristo está siendo formado en nuestro interior y cuando la santidad empieza a ser una prioridad en nuestras vidas.
La templanza refleja el dominio de la voluntad humana y permite poner límites a los deseos generalmente vinculados al pecado. Como hijos de Dios, no debemos ser llevados por emociones y mucho menos dejarnos dominar por ellas. 2 TIMOTEO 1:7 “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.”
Una persona con templanza o dominio propio reacciona de manera equilibrada a sus propias decisiones y deleites, ya que goza de un considerable control sobre sus emociones y es capaz de dominar sus propios impulsos.
Ahora bien, la falta de este en los creyentes demuestra la falta de temor de Dios, y que no estamos consagrados a Él, y sobre todo demuestra la inmadurez espiritual. Esta nos lleva a ser imprudentes, a tomar decisiones equivocadas, ejecutar acciones apresuradas que terminan en fracasos, acciones no ejecutadas que derivan en arrepentimiento, nos lleva ser inseguros y temerosos, a tener baja autoestima, entre muchas otras cosas.





