Lo peor para sus Chivas: Sus héroes fueron sus traidores

Perder es un riesgo, una posibilidad, una probabilidad. Pero, perder con deshonor, no lo es. Chivas lo ha hecho.

Así como ninguna victoria es absoluta, ninguna derrota es absoluta, a menos que se consume con indignidad. Entonces pasa a ser humillación.

La noche del martes, la Noche de Brujas, la noche del aquelarre de todos sus vicios y defectos, fue la consumación de un semestre de fracasos: el rey del doblete es el bufón del doblete.

El ridículo supura: aumenta la deshonra del Guadalajara que un equipo en decadencia, en abandono, en desahucio por sus negligentes dirigentes, como el Atlante, sea la mosca panteonera de su putrefacción como campeón.

Escribió Fernando Vallejo que “la gloria es una estatua en la que cagan las palomas”. Chivas se quedó sin estatua… pero con todo lo demás.

Abdicando jornada a jornada al título de Liga, Chivas ve como sus jugadores escupen sobre su propia tumba. Detestable vileza que los héroes de hace unos meses se convirtieran en desertores primero y traidores después.

Matías Almeyda tendrá su responsabilidad. El pastor del Rebaño nunca se dio cuenta cuándo sus ovejas se convirtieron en hienas de sus propios restos.

La derrota ante Atlante, 5-3, desde el ajusticiamiento voluble del manchón de los veredictos, fue el último clavo.

Y fue, desde el manchón de fusilamiento, donde se montó el paredón de ajusticiamiento: Rodolfo Pizarro fue castigado y exhibido. Durante el semestre, se dedicó a vivir de los réditos del campeonato.

En el momento clave, en el momento decisivo, Pizarro, al errar el penalti, hizo una declaratoria inconsciente como el máximo culpable, en cancha, de la debacle de Chivas desde la cima hasta la sima.

No está solo Pizarro. El patíbulo debe ser montado en el Zócalo de la Nación Chiva y deben desfilar los que se creyeron con derechos a mantener la pachanga de la coronación subvencionada con su indignidad, y agreguemos aquí a Alan Pulido.

Más allá de las especulaciones internas del mismo Almeyda, culpando a la selección mexicana por enviarle de regreso ruinas deportivas, lo cierto es que el peso del título aplastó a algunos de los que fueron colosos en su levantamiento, como un irreconocible Orbelín Pineda.

Vendrán cambios. En muchos aspectos. La lista de transferibles acusará a algunos apóstoles de la ignominia de este semestre.

Se filtran nombres ya conocidos: Elías Hernández del León y Néstor Araujo de Santos, y se agrega Amaury Escoto de Lobos BUAP.

Pero, más importante que la contratación de refuerzos, será acudir a una cátedra de autocrítica que le sentará bien a un Almeyda, quien ha asumido un control total del equipo, a sabiendas, claro, de que por encima de él, no hay gente que le cuestione de futbol, y sólo hay dos personajes con autoridad, Jorge Vergara y su Pelagatos (dice Ricardo Peláez), pero ambos son expertos en batidillos que curan todos los males, menos los suyos y los de su equipo.

Jacinto Benavente tendría el mejor discurso para el primer día de trabajo de cara al Clausura 2018: “El honor no se gana en un día para que en un día pueda perderse. Quien en una hora puede dejar de ser honrado, es que no lo fue nunca”.