El Éxodo nos enseñó a Israel como un pueblo que, a pesar de ver la gloria de Dios a través de grandes señales, una vez liberados de Egipto, y emprender su camino por el Desierto no supo valorar la libertad de Dios y mantenerse Fiel a Él, por una razón: La dureza del corazón y su pensamiento de continuo al mal.
“Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos” (Números 14:2)
Cuando no depositamos nuestra Fe y nuestra vida completamente en Dios, no podremos llegar a la tierra prometida para disfrutar de la abundancia de esas tierras. Podemos creer que por caminar por el desierto y decidir iniciar una vida en comunión con Él ya estamos haciendo lo correcto. La verdad es que nuestras acciones diarias pueden ser como las de aquel pueblo de Israel que una vez liberado cayó en codicia, idolatría, fornicación, murmuración, añorando comida y agua e incluso teniendo la idea de regresar al antiguo Egipto; dispuestos sacrificar su libertad y ser nuevamente esclavos del opresor, lo que nos condena a morir en el desierto.
“Ninguno de los varones que han visto mi gloria y mis señales que hice en Egipto y en el desierto, y que me han puesto a prueba estas diez veces y no han oído mi voz, verá la tierra que juré dar a sus padres, ni la vera ninguno de los que me han menospreciado” (Números 14:22)
Todos tenemos algo que nos esclaviza, inclusive aun cuando emprendemos nuestro camino hacia nuestro Creador, nuestra vida en este desierto actual está repleto de ídolos que levantamos y esclaviza en una conducta errónea que no agrada a Yahweh: pareja, dinero, hijos, soledad, vicios y de situaciones que pondrán a prueba nuestra Fe.
Caminemos en el desierto con una Fe absoluta en que el poder de Yahweh, logrará que nuestros pasos en la arena sean seguros y firmes hacia la tierra prometida, por que nuestro cimiento está en la Roca.