Clemente de Roma, un fiel obispo.

Clemente Obispo que pastoreó la iglesia de Roma, ocupó la sede romana en los últimos años del siglo primero, muy cercano a la era apostólica. La suposición más aceptada por los antiguos escritores es que fue el antiguo compañero de Pablo en la fundación de la Iglesia de Filipos, de quien el apóstol hace una mención tan breve como elogiosa en el cap. 4 vers. 3, cuando dice: “Juntamente con Clemente y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la Vida”. Pero no hay seguridad absoluta de tal identificación, aunque sí mucha probabilidad, ya que existían otras personas del mismo nombre en el mundo greco-romano, entre ellas el mismo primo del emperador, o sea, Flavio Clemente que ejercía el consulado y a quien Domiciano hizo matar a la vez que desterraba a su esposa por el delito de ser ambos cristianos. Quien oyó de las dificultades que estaban pasando sus colegas de ministerio en la turbulenta iglesia de Corinto que ya dio quebraderos de cabeza al apóstol Pablo y quiso ayudarles, algunos han atribuido esta carta a dicho mártir distinguido, pero con menos probabilidad, esta carta, escrita probablemente cuarenta años después que las dos cartas del apóstol san Pablo a los Corintios que tenemos en el Nuevo Testamento, era tenida en gran estima y leída con frecuencia en las asambleas cristianas, y está llena de exhortaciones evangélicas que podrían ser suscritas hoy por los más piadosos cristianos evangélicos. Los católicos romanos citan esta carta como para probar la autoridad del obispo de Roma sobre otras iglesias de la cristiandad, pero la lectura de la misma carta demuestra lo contrario. No está escrita con un tono de autoridad, sino de consejo fraternal.