¿Cómo hablar con los niños la pérdida de un ser querido?

Para muchos niños, perder a un familiar o a un amigo es una experiencia desconcertante o hasta aterradora. Ayudarlos a salir de ese trance constituye un desafío, sobre todo para los padres que también están de duelo; al fin y al cabo, ellos mismos necesitan apoyo emocional.

REDACCIÓN VERACIDAD CHANNEL.

El duelo es la reacción psicológica y el dolor emocional que se siente ante el fallecimiento de un ser querido. Es un proceso por el que pasan todos aquellos que han sufrido una pérdida, preparándolos para vivir sin la presencia de esa persona. La intensidad y la duración del duelo dependen de factores como las circunstancias de la muerte o la edad de cada uno. 

La pérdida de un ser querido genera dolor a cualquier edad. Sin embargo, muchas veces los adultos desconocen la manera en la que un niño se enfrenta al duelo por la muerte de un ser querido. En este momento, es importante conocer qué realidad perciben los niños, qué entienden por muerte y la forma que tienen de hacerle frente. En función de la edad, los niños vivirán este momento de diferentes maneras.

Cabe mencionar que, para muchos niños, perder a un familiar o a un amigo es una experiencia desconcertante o hasta aterradora. Ayudarlos a salir de ese trance constituye un desafío, sobre todo para los padres que también están de duelo; al fin y al cabo, ellos mismos necesitan apoyo emocional.

Es por eso que, lo primero que hay que decirles a los niños es que el mejor amigo que pueden tener en esos momentos es nuestro Creador, Jehová. Y que pueden abrirle su corazón a Él, porque Dios se interesa por cada uno de nosotros. 1 PEDRO 5:7 “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. Si así lo hace, verá cómo se siente más calmado, gracias a la paz de Dios, que supera todo pensamiento. FILIPENSES 4:6-7 “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”

Sin embargo, por malo que parezca, el duelo es un proceso sano y necesario para recuperarnos de una pérdida repentina. Como dice Eclesiastés 3:4, en la vida también hay “tiempo de llorar”. Y dolernos es una parte natural del proceso de superación.