La humildad según la Biblia

Es pues, una cooperación entre ambas partes, una forma de ver la vida sin orgullo, pero sobre todo sin superioridad frente a nuestros semejantes.

Es por ello que, la humildad es una virtud, y Jesús dijo en Mateo 11:29 “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”.

REDACCIÓN VERACIDAD CHANNEL.

La humildad es una virtud humana atribuida a quien ha desarrollado conciencia de sus propias limitaciones y debilidades, y obra en consecuencia.

La Biblia describe como mansedumbre, humillación y la ausencia del ego. La palabra griega traducida “humildad” en Colosenses 3:12 y en otros lugares, literalmente significa “humildad de mente”, por lo cual, es una actitud del corazón, y no simplemente una conducta externa.

Es pues, una cooperación entre ambas partes, una forma de ver la vida sin orgullo, pero sobre todo sin superioridad frente a nuestros semejantes,

Es por lo que, la humildad es una virtud, y Jesús dijo en Mateo 11:29 “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”.

Dios ha llenado las Escrituras con gloriosas promesas para el humilde. Él promete dar gracia a los humildes (1 Pedro 5:5), exaltarlos (1 Pedro 5:6), escuchar sus oraciones (2 Crónicas 7:14), dirigirlos y guiarlos (Salmos 25:9), y conceder al humilde el honor de la victoria (Salmos 149:4).

A la luz de estas promesas, todo cristiano debería buscar la humildad en oración y con pasión.

Es algo con lo que debemos de trabajar todos los días, tratar a los demás por igual, cual sea su circunstancia, tratar a la gente con el mismo respeto sin mirar de donde proceden ni lo que representan.

El humilde goza del privilegio de tener una relación personal con Dios. Tiene un deseo genuino de ayudar y servir. Anima y estimula las virtudes de otros. Encubre las debilidades de su prójimo. Respeta a cada persona porque reconoce su valor como creación de Dios, hecho a Su Imagen.

La humildad bíblica no sólo es necesaria para entrar en el Reino, también es necesaria para ser grande en el Reino (Mateo 20:26-27).

Aquí Jesús es nuestro modelo. Así como Él no vino para ser servido, sino para servir, nosotros debemos comprometernos a servir a los demás, considerando sus intereses por encima de los nuestros (Filipenses 2:3). Esta actitud se opone a la ambición, vanidad y las luchas egoístas que vienen con la autojustificación y la defensa propia.