Yahweh condena el abuso a las mujeres

¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal; Que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! Isaías 5:20

Redacción, Veracidad News

Que una mujer sea violentada o llevada a realizar actos íntimos con violencia y en contra de su voluntad, parece normal en este mundo lleno de corrupción, dónde no se toma en cuenta la Palabra del Señor, sino que se opina y se actúa según nuestras propias concupiscencias (Romanos 1:24), perdiendo todo temor por el Señor haciéndonos faltos de sabiduría y de dominio propio (Proverbios 1:7), y ahogándonos en un mar de delitos y pecados, que solo condena nuestra existencia eterna, y la limita a los días en esta vida terrenal, tan pasajera como la de una flor (Isaías 40:8).

Las mujeres tenemos la labor de dar soporte a la sociedad, que es la casa de toda la humanidad, somos las que albergamos la vida, las que enseñamos a los hijos que se nos conceden, somos las que edificamos hogares entre las paredes de una casa (Proverbios 14:1), eso significa que así como para el hombre Yahweh ha dejado funciones específicas por cumplir, así también lo ha hecho con la mujer, por ello no consiente de ninguna manera que se abuse contra una y menos si esta no tiene la posibilidad de defenderse, así como lo expresa en el libro de Deuteronomio capítulo 22, versos del 25 al 26: “Pero si el hombre encontrara a la joven prometida en el campo, y aquel hombre la fuerza acostándose con ella, entonces morirá sólo el hombre que se acostó con ella. A la joven no le harás nada. La muchacha no tiene pecado digno de muerte, pues es como cuando un hombre se levanta contra su prójimo y lo mata. Así es este caso”.

Todos tenemos la obligación de estudiar las Escrituras, de conocer lo que el Señor llama bueno y agradable, y lo que le disgusta, si nuestra atención estuviera enfocada en hacer tesoros en el cielo (Mateo 6:19-21), esta vida plagada de injusticias no sería nuestra realidad, si hombres y mujeres agotáramos nuestros recursos en hacer la voluntad del Señor, no habría tantas mujeres lastimadas, sino que serían tratadas como el Señor lo pide, “como vaso más frágil” (1Pedro 3:7). Porque el abuso no es solo en lo carnal, sino también por su condición de género (discriminación), en lo psicológico, en la esfera laboral y económica, entre otras tantas. No olvidemos que la mujer también es nuestro prójimo y mandato es que lo amemos como si fuéramos nosotros mismos (Lucas 10:27). Porque ciertamente no todos somos mujeres, pero si todos somos hijos, hermanos o padres; y ya que cómo la educación empieza en casa, comencemos entonces a formar hombres y mujeres temerosos del Señor, obedientes a Su palabra, que busquen agradarle antes que vivir por las normas de un mundo hostil, que busca el placer de unos pocos que embriagados en su ceguera pecaminosa se olvidan de que todo tiempo tiene un final, y que llegado este el juicio será por cada cosa que hayamos hecho en esta carne que no heredará nada, pero que sirve para manifestar a quien he decidido servir.