El martirio de Carpo.

A principios del siglo II, en Pérgamo, donde se hallaba residiendo el procónsul, le fueron presentados Carpo y algunos otros fieles, acusados de ser cristianos y desobedecer las órdenes del emperador. El procónsul, después de tomar asiento dijo a Carpo: ¿Cómo te llamas? Respondió mi primero y principal nombre es el de cristiano; más si preguntas el que tengo en el mundo, yo me llamo Carpo. El procónsul dijo: Supongo que tenéis noticia de los decretos de los augustos sobre vuestra obligación de venerar a los dioses gobernadores del Universo, por lo cual os aconsejo que os acerquéis y sacrifiquéis. Carpo dijo: “Yo soy cristiano y venero a Cristo que vino en los últimos tiempos para salvarnos y nos libró del extravío del diablo; por tanto, no sacrifico a semejantes simulacros”. El mártir procedió a explicar que los dioses falsos representan a los demonios, los cuales han de ser condenados juntamente con aquellos que les siguen. El procónsul irritado dijo: Sacrificad a los dioses y no digáis tonterías. Carpo sonriendo contestó: “Perezcan los dioses que no han hecho ni el cielo ni la tierra”. El procónsul dijo: Es menester que sacrifiques; pues así lo ha ordenado el emperador. Carpo contestó: “Los vivos no sacrifican a los muertos”. El procónsul dijo: ¿Muertos te parecen a ti los dioses? Carpo declaró: ¿Quieres escucharme? “Esos dioses no fueron ni siquiera hombres que vivieran un tiempo para poder morir, ahora si quieres saber cómo esto es verdad, quítales los honores y te convencerás de que no son nada; es decir, son materia terrena que con el tiempo se corrompe”. El procónsul dijo: Por haberte dejado hablar todas las tonterías que has querido, has acabado maldiciendo a los dioses y a los augustos. Así, pues, para que la cosa no siga adelante: ¿Sacrificas o qué? Carpo contestó: “Imposible que yo sacrifiqué, pues jamás sacrifiqué a ídolos”. Inmediatamente, el procónsul mandó que lo colgaran del potro y lo desgarraran, a trozos, que iban saltando de piel y de carne. Durante el tormento Carpo gritaba: ¡Soy cristiano! Hasta que por fin desfalleció y ya no pudo hablar.