El martirio de Máximo de Asia menor.

En Asia menor un 14 de mayo. Máximo, siervo de Dios y varón santo, se declaró espontáneamente cristiano, Máximo era un hombre del pueblo que llevaba su negocio. Prendido, ante su propia declaración, fue presentado ante el procónsul Optimo, le pregunto: ¿Cómo te llamas? Me llamo Máximo. Procónsul: ¿De qué condición eres, Máximo? Libre de nacimiento pero esclavo de Jesucristo. Procónsul: ¿Qué oficio tienes? Máximo: Yo soy un hombre del pueblo que vivo de mi negocio. Procónsul: ¿Eres cristiano? Máximo: Aunque pecador, soy cristiano. Procónsul: ¿No te has enterado de los edictos de nuestros excelentísimos príncipes que recientemente han sido promulgados? Máximo: Sí, he sabido la inicua sentencia pronunciada por el emperador desde hace mucho, y por eso justamente me he manifestado públicamente cristiano. Entonces dio orden, el procónsul, que se le azotara con varas, y mientras se le azotaba, le decía el Procónsul: Sacrifica para verte libre de estos tormentos. Máximo: No son tormentos, sino unciones estos que se sufren por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, pues si me apartara de los mandamientos de mi Señor que conozco por el Evangelio, entonces sí que me esperan tormentos verdaderos y eternos. Entonces el procónsul dio sentencia contra él diciendo: Al que no ha querido dar asentimiento a las sagradas leyes que le ordenaban sacrificar a la magna diosa Diana, para terror de los otros cristianos, la divina clemencia del emperador manda que sea apedreado. Y de este modo fue arrebatado el atleta de Cristo por los ministros del diablo, mientras él daba gracias a Dios el Padre por Jesucristo, Hijo suyo, que le consideró digno de vencer al diablo. Y llevado fuera de las murallas, apedreado, rindió, su espíritu.