Martirio de Papilo.

A principio del siglo II en Pérgamo, fueron presentados ante el procónsul: Carpo, Papilo y otros hermanos, acusados de ser cristianos y desobedecer las órdenes del emperador. Volviéndose el procónsul a Papilo le preguntó: ¿Eres un concejal de tu ciudad? Él contestó: Soy un simple ciudadano. El procónsul dijo: ¿De qué ciudad? Papilo contestó: De Tiatira. El procónsul dijo: ¿Tienes hijos? Papilo contestó: Muchos, por la gracia de Dios. Mas uno del pueblo gritó: Esto de los hijos no es cierto, los cristianos llaman hijos a aquellos que se dejan convencer y se vuelven a su fe. El procónsul dijo: ¿Por qué me mientes diciendo que tienes hijos? Papilo dijo: ¿Quieres saber que no miento, sino que digo la verdad? En todas las ciudades de esta provincia tengo hijos según Dios. Mandado también suspender este del potro fue desgarrado por tres parejas de verdugos que se sucedieron, sin dar el mártir ningún grito, sino soportando como generoso atleta la rabia del enemigo. El procónsul, ante la constancia extraordinaria de los dos mártires, les condenó a ser quemados vivos, y bajando del caballete ambos caminaban presurosos al anfiteatro a fin de verse cuanto antes libres del mundo Clavaron primero a Papilo en el madero y lo levantaron en alto, y prendiendo fuego a la pira, recogido tranquilamente en oración entregó su alma.