Halloween y día de muertos no agradan a Dios

Proveniente del inglés antiguo “All hallow’s eve”, que significa “Víspera de todos los santos”, Halloween, es una celebración que se festeja la noche del 31 de octubre.

Se lleva a cabo principalmente en Estados Unidos y hace referencia al mundo de los espíritus, los muertos, las hadas, las brujas e incluso el diablo.

Entre las costumbres de esta celebración se encuentran disfrazarse y salir a pedir dulces; su origen data de los antiguos celtas que buscaban apaciguar a los “malos espíritus” con golosinas, además de que utilizaban máscaras para que creyeran que ellos también eran espíritus y los dejaran en paz.

En México, esta práctica es conocida como día de muertos, la cual tiene como objetivo contactarse con los “seres del más allá”; sin embargo, en el capítulo 9, del libro de Eclesiastés, versículo 5, se detalla que las personas que ya fallecieron no saben nada; “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido”.

Una enciclopedia sobre tradiciones estadounidenses explica que, además, muchos de estos espíritus, se dedican a intimidar o asustar; “Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios. No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios”. 1 Corintios 10:20-21.

Aunque muchas personas consideren que Halloween es una diversión inofensiva, la verdad es que las prácticas asociadas a esta celebración no lo son, y es que el Señor es muy claro con lo que dejó escrito en Deuteronomio 18:10 y 11 sobre, entre otras cosas, no interactuar con los difuntos.

“No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos.