¡Yahweh está contigo, varón valiente y esforzado!

El pueblo escogido pasó por un proceso de terquedad; después de la muerte de Josué, hacían lo que querían; abandonaron a Dios, perdían batallas por su desobediencia, regresaban a Él y volvían a caer. Por esa razón, Yahweh los entregó en manos de Madián por 7 años, un pueblo cruel y despiadado que destruía sus cosechas y animales, hasta dejarlos sin sustento; por el miedo que los consumía, los israelitas hicieron escondites en los montes, en las cuevas, y en lugares fortificados; no les quedó, más que clamar al Señor por ayuda. Esto nos demuestra que, si nosotros nos arrepentimos y clamamos a Dios, Él va a responder, no importando cuan difícil sea nuestra situación, porque para Él no existen imposibles.

El Señor llama a Gedeón y le profetiza que, en manos de él, los madianitas caerían, por lo que reúne a 22 mil personas para derrotar a este enemigo; Dios reduce tal ejercito a 300 hombres; con ese número, Israel ganó la batalla sin usar armas. El Creador nos demuestra una vez más su grandeza, y notamos que nuestros pensamientos no son como los de Él.

“Porque Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos Mis caminos, declara Yahweh” (Isaías 55:8) 

Cuando los problemas y situaciones llegan a nuestras vidas, nos enfocamos en la situación y actuamos por nuestras propias fuerzas cuando en realidad es Dios quien tiene la solución a todo. La mente se enfoca tanto en el problema, a tal grado que se agranda más y más.

Cuando nosotros depositamos nuestras cargas, problemas y toda nuestra fe en Dios, Él hace con nosotros cosas que no podemos imaginarnos; quizá nuestro problema es inmenso y pensamos que nada puede resolverlo. Gedeón quizá dudó que, con 300 hombres, jamás podría derrotar a un ejército de miles de personas (La Biblia menciona que eran como plaga de langostas), pero sin armas y guiados por su fe y el espíritu de Dios, cumplió con el propósito del Todopoderoso.