El gran poder del perdón y por qué la venganza nunca es una buena idea

¿Perdonar o vengarse? ¿Cuál de las dos actitudes nos hace sentir mejor a la larga? Estas son las preguntas de las que parte la mediática psiquiatra Judith Orloff  en su último libro, titulado Emotional Freedom (Three Rivers Press), para desarrollar una completa teoría sobre el desarrollo personal y la búsqueda del bienestar emocional. Para Orloff, el deseo de venganza saca a relucir lo peor de uno mismo, nos pone a la altura de la persona que nos ha ofendido o hecho sufrir y nos llena de un insano rencor que, según han demostrado la mayoría de estudios psicológicos, genera estrés y nos hace más vulnerables a las reacciones negativas de los demás.

En la teoría todos somos conscientes de que la venganza nunca lleva a nada bueno. Como mucho puede producir una satisfacción momentánea, pero a la larga pesará sobre nuestras conciencias, al menos, para aquellas personas que no padezcan una sociopatía. Sin embargo, no siempre resulta sencillo llevar a la práctica esta teoría, pues el impulso de venganza puede volvernos irracionales, mientras que la ira necesita canalizarse de algún modo. “Antes de dar el paso de perdonar a alguien, inevitablemente uno tiene que sentir ira, pues el perdón no se puede forzar ni fingir”, explica la psiquiatra. Se trata de un proceso en el que la clave se encuentra precisamente en el “cómo” canalicemos esa ira.

La rabia interior que nos obceca a sentir un irremediable odio hacia el agresor será mayor o menor dependiendo del grado de afinidad y cercanía que tengamos con esta persona. Por ello, Orloff propone que el primer paso que se debe dar para conseguir perdonar a alguien es ser conscientes de quién se trata, lo que nos ayudará a comprender por qué nos ha ofendido.

  • Amigos o pareja

La autora de Emotional Freedom explica que, por regla general, cuando nos ofende una personas con la que tenemos una buena relación, ya sea un amigo cercano o nuestra pareja, se debe a que ha tenido un mal día o que está pasando por una situación vital difícil. Muchas personas reaccionan atacando a la gente de confianza cuando se sienten mal con el mundo o, incluso, consigo mismas. Si esto sucede, lo mejor será no magnificar lo sucedido, relativizarla en base a la situación que está atravesando esta persona y dejar que el tiempo vuelva a poner las cosas en su sitio.

  • Compañeros de trabajo

La competitividad laboral hace que muchas veces los compañeros o, incluso jefes, nos ataquen o se apropien de nuestras ideas y méritos en su beneficio. Unas actitudes mezquinas típicas de las personas inseguras o codiciosas que no dudan en pasar por encima de quien sea para conservar sus privilegios. En estos casos las ansias de venganza parecen todavía más justificadas, pero hay que tener cuidado para que no se vuelven en nuestra propia contra.

Esperar el mejor momento para denunciar la situación y tratar de hacerlo de la mejor forma posible, será fundamental para que no nos perjudiquemos a nosotros mismos. Como decía Confucio, antes de vengarse de alguien procure cavar dos tumbas. Háblalo tranquilamente con el resto de sus compañeros, analiza serenamente la situación y plantéalo con Recursos Humanos. No hagas nada de lo que te puedas arrepentir a la larga.

  • Familiares

En muchas ocasiones las ofensas de los familiares esconden temores como el miedo al distanciamiento, a ser excluidos del núcleo familiar o a que no se les hace demasiado caso a sus pretensiones. Normalmente, explica Orloff, no tienen una intención más allá de llamar la atención o de ser exigentes con la gente a la que en realidad quieren. Si les responde con la misma moneda sólo conseguirá agravar la situación y deteriorar la relación con sus seres queridos.

Bien es cierto que no consiste en que los demás siempre se salgan con la suya, pero es su forma de expresarse y, siendo conscientes de ello, conseguiremos reducir nuestra ira y aplacar la situación. El perdón tiene que estar más enfocado a la persona que nos ofende que al acto en sí mismo.

El perdón es una capacidad que no es innata a los humanos, por lo que se debe entrenar y practicar. Con el tiempo, se logrará dejar a un lado las emociones negativas y potenciar las positivas, lo que nos llevará a ser más alegres y felices. Como concluye Orloff en su libro, el perdón nos hace libres porque nos da autonomía emocional al conseguir que las malas acciones de los demás no condicionen las nuestras propias.

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