Carpo ante el procónsul.

A principio del siglo II, en la ciudad de Pérgamo, acusados de ser cristiano y desobedecer las órdenes del emperador, fueron presentados ante el procónsul algunos cristianos entre los que se encontraba Carpo. Después de una discusión y al oponerse a ofrecer sacrificios, el procónsul ordeno que lo colgaran del potro seguidamente, Carpo clavado en el madero se le vio sonreír, a lo que, los presentes sorprendidos le preguntaron: ¿Qué te pasa que ríes? Y el bienaventurado dijo: “He visto la gloria del Señor y me he alegrado, y no menos porque me voy a ser libre de vosotros y ya no tendré parte en vuestras maldades”. Cuando el soldado prendió fuego en la leña amontonada, Carpo colgado del potro dijo: “También nosotros somos hijos de la misma madre Eva y tenemos la misma carne que vosotros, la cual sufre; mas todo lo soportamos puesta la vista en el verdadero tribunal”. Habiendo dicho esto y aplicado el fuego oró diciendo: “Bendito eres Señor Jesucristo, Hijo de Dios, pues te has dignado a darme parte también a mí, pecador, en esta suerte tuya”. Y habiendo dicho esto entregó su alma.