El fruto del Espíritu Santo en la vida del creyente

El fruto del Espíritu es en realidad un término que el apóstol Pablo usa para resumir nueve frutos visibles de una verdadera vida cristiana. Ellos son amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y templanza.

Jesús usó la analogía del árbol para enseñar que el fruto revela la condición interior de una persona, pues las actitudes y forma de ser demuestra como es su corazón; ya que una mala persona produce el mal y una buena persona, hace el bien.

“No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas.” (Lucas 6:43-44)

Al nacer de nuevo se debe dejar atrás la vida de malos frutos y comenzar a manifestar el bueno. Cuando el apóstol Pablo escribe a los Gálatas, les ofrece algo mejor: la vida en el poder del Espíritu; la nueva vida en Cristo se vive de esta manera.

El fruto se manifiesta en las palabras, en las acciones y en el comportamiento; así que, si alguien se dice creyente y no refleja el fruto del Espíritu, no tiene derecho a declarar que Jesús es su Señor y Salvador. El discípulo debe permitir que Este tome el control para no rendirse al viejo hombre que tiende hacía el mal. Con el creador a través del hijo que guía el Espíritu.

 “Más el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23)