La humildad de Jesucristo

Jesús el Mesías, es el modelo perfecto para hablar de humildad; nuestro carácter debe ser como Él. Recordemos que siendo Rey y Dueño sobre todas las cosas de la tierra, entro a Jerusalén en un pollino poniendo eso como ejemplo de humildad (Mateo 21). Esperaban a un Mesías guerrero, quien usaría la fuerza, pero Yeshúa mostró un poder más grande que el de un militar, el poder de la sabiduría humilde y el amor penetrante; la mansedumbre no es debilidad, sino poder bajo un perfecto control. Los reyes en aquellos tiempos cabalgaban en caballos, ya que ese animal se asocia con fuerza y poder, y de esa manera se demostraba la autoridad de tal personaje.

En una ocasión, estando Jesús y sus discípulos en Cesarea de Filipo, preguntó ¿Quién pensaban que era Él para ellos? Pedro le contestó: tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente; Yeshúa le dijo: bien haz dicho Pedro, porque no te lo rebeló ni carne, ni sangre (Mateo 16:13-20). Al regresar, el Mesías mencionó que no le dijeran a nadie. Jesús se negó a hacer algo más allá de calmar tempestades o sanar ciegos y paralíticos, para asombrar a la gente y que de esta manera lo conocieran; pudo alcanzar fama a través de su verdadero poder, pero no lo hizo.

Debemos aprender de la humildad de Yeshúa, que en lugar de ponerse como el pináculo del templo, Él se pone como la piedra angular en los cimientos de un edificio, sin ser visible. Debemos imitar al Jesús de Filipenses 2.

El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.”

(Filipenses 2:6-8)

La Escritura dice que si nos humillamos bajo la poderosa mano de Dios, y sometemos nuestra propia voluntad y honor, entonces Él nos dará la gracia que necesitamos para vivir una vida cristiana en verdad y nos exaltará a su debido tiempo.

“Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.” (Lucas 14:11)