La muerte del hijo de Dios: Yeshúa

Redacción, Veracidad News

Después de tres años y medio de predicación, el final de Yeshúa se acercaba y él estaba consciente de eso.

Fue durante la fiesta de Pascua cuando iniciaron con el plan de cómo debían matarlo, así está descrito en el libro de Lucas, capítulo 22, versículo 2 “Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle; porque temían al pueblo”.

Sin embargo, uno de sus discípulos fue el que lo traicionó a cambio de dinero “Y entró Satanás en Judas, llamado Iscariote, el cual era uno del número de los doce; y éste fue y habló con los principales sacerdotes, y los oficiales, de cómo se lo entregaría”. Lucas 22:3-4.

Durante la festividad y después de haber repartido el pan y el vino, les informó que uno de ellos lo traicionaría “Mas he aquí, la mano del que me traiciona está conmigo en la mesa. Porque el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es traicionado!”. Lucas 22:21-22.

Como era su costumbre subió al monte los olivos a orar y a su regreso los arrestaron “Y los hombres que custodiaban a Yeshúa le escarnecían y le golpeaban; y vendándole los ojos le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó? Y decían otras muchas cosas contra Él, blasfemando”. Lucas 22:63-65.

Tras esto, fue presentado ante Pilato acusado de pervertir a la nación haciéndose llamar el Cristo; a pesar de no encontrar motivo suficiente para condenarlo la exigencia del pueblo hizo que lo sentenciaran a la crucifixión.

“Y llevándole, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Yeshúa”. Lucas 23:26.

Junto con él iban otros dos hombres “Y cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, le crucificaron allí, y a los criminales, uno a la derecha y otro a la izquierda”. Lucas 23:33.

Finalmente murió en la cruz, descrito en el capítulo 23, versículos del 44 al 46 “Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena, por faltar la luz del sol; y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Yeshúa, clamando a gran voz, dijo: Padre, en Tus manos encomiendo Mi Espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró”.